"Treinta meses... y algo más en la plaza de Salamero"

2022-07-02 12:29:40 By : Mr. yuiyin zhang

En efecto, estamos cercados por trincheras, algunas de las cuales dejan al descubierto prácticamente los cimientos de uno de los edificios, y rodeados de vallas que, al menos en mi portal, nos hacen ser mejores que Alonso tomando las curvas al pretender salir con una silla de ruedas o con un andador.

 ¿Y qué decir del ruido? No hay mejor despertador. A las ocho en punto empieza. Al principio, meses de oír cortar el hormigón en bloques con dos máquinas de ruedas dentadas, bloques que después eran ‘depositados’ no con demasiado cuidado en enormes camiones y empujados hasta el final de la caja: no es demasiado agradable su sonido. Ahora se alternan las taladradoras con el pitido intermitente e impertinente de las máquinas (suelen ser dos) cuando circulan marcha atrás. Consuelo: sobre las 9 suele cesar ese ruido durante largo rato. Y además está lo del agua. Todos los vecinos nos preguntamos: ¿a quién se le ocurre ponerse a excavar una zanja a las 19.30 del 29 de abril, víspera del puente del 1º de mayo? Pues sí: se reventó una tubería que, al estar casi todo el mundo de puente, inundó durante más de una hora trasteros y garajes: medio metro de agua y, en víspera de puente, busquen quien venga a desaguar. En junio, nueva inundación, esta vez ‘sólo’ unos 20 centímetros, con la mala suerte de que nos dejaron sin luz más de una hora y media y de que se disparó la alarma antiincendios del edificio, cuya bocina estuvimos sufriendo hasta casi las once de la noche. Eso sí, para contrarrestar, ya van por dos veces que a las ocho de la mañana no hay agua, ni una gota, sin avisar, hasta las ocho de la tarde. Nos consuela que al haber elecciones el próximo año las obras terminen antes para poder inaugurarlas a tiempo. Ya queda menos. Resistiremos. Lo intentaremos al menos.

M.ª Asunción Manso García

Ha sido general el dolor que ha provocado la muerte de Francisco Bono Ríos. A lo largo de los años, sus múltiples tareas en las más altas esferas políticas y empresariales, hacían que fuera muy conocido. Y todas las referencias a él han coincidido en destacar su bonhomía, que la llevaba hasta en su apellido, y su llaneza. Por mi parte, he tenido el honor de coincidir con él en la junta directiva de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro. Participante activo en nuestras tareas, su sencillez hacía que uno se olvidara de quién era. Si te lo encontrabas por la calle, la charlada llena de sonrisas estaba asegurada. Descansa en paz, amigo Paco, personas como tú escasean mucho.

No es necesario salir de España, ni siquiera de Aragón, para sentir la emoción cuando ves bailar o escuchas cantar la jota. En una fiesta de fin de curso organizada en Garrapinillos por la Agrupación Cultural El Cachirulo, hemos sentido el amor y vivido el honor de aragoneses. Iban desfilando los joteros y las joteras, desde los infantes hasta los adolescentes, con esas voces de ángeles que no quitan un ápice de la bravura jotera que les han inculcado sus profesores. Esos mismos ángeles graciosos y vivos volaban encima del escenario con sus zapatillas, sus castañuelas y sus panderetas, con esa dulzura y ritmo que solo los pequeños transmiten. Pasaron después por el escenario las voces más asentadas, firmes y con conocimiento y amor por el canto más nuestro, que prende en los corazones de propios y extraños. Los estilos más variados, más bellos y más valientes discurrieron como si de un concurso de jotas se tratara. Había un director del escenario, tan sencillo como competente; había una profesora que con su guitarra llevaba al éxito a mayores y pequeños; había una profesora de baile que se desvivía, entre bastidores, para que todo resultase perfecto; había, cómo no, un trío de guitarra y bandurrias que hacían sencillamente fácil cualquier dificultad. Verdaderos artistas todos ellos. Estuve disfrutando, entretenido obteniendo vídeos de mi nieta Lola, agradecido y feliz por este Aragón que no puede olvidar sus raíces y su folclore; y entre tanta felicidad, entre tantos aplausos y enternecido a pesar de mis años, percibía que algunas lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Por Aragón.

José Javier Forcén Ruiz

Me parecería acertado –como sugería un artículo publicado el día 10– que el Cabildo y el Ayuntamiento de Zaragoza dispusieran normas para que las maravillosas plazas del Pilar y de la Seo sean un vergel, para admiración de los turistas en la Inmortal Ciudad. La plaza de Nuestra Señora del Pilar es una de las grandes joyas de la ciudad, es admirable su enclave, con la Lonja, el Ayuntamiento y otros edificios colindantes, como es el palacio arzobispal. Sí que sería acertado un convenio entre ambas instituciones sobre el uso de la plaza. Sería un homenaje de los zaragozanos a nuestros visitantes y se evitarían agoreros que a veces destrozan todo. La plaza del Pilar debe ser recordada por los visitantes como un sitio maravilloso, que haga las delicias de nuestros queridos turistas.

Una pasión autodestructiva, violencia arraigada en la historia de Estados Unidos, en un contexto en el que poseer una pistola, especialmente desde la expansión del país hacia el oeste, era casi imprescindible para sobrevivir. El gusto por el gatillo sigue presente. Una tienda de armas no es allí distinta de otra de muebles, ni de la cafetería de la esquina, ni del restaurante chino o la peluquería de enfrente. Cuatrocientos millones de armas de fuego en manos de civiles, frente a los más de 330 millones de habitantes. Son pocos los estados que resultan ilesos de salvajes matanzas indiscriminadas. Continuas tragedias causadas por armas de fuego en manos de quienes anteponen el derecho a las armas antes que el de la vida. Pero a pesar de ello la filosofía y la justificación para portar armas sigue presente en la segunda enmienda de su Constitución. País de contrastes: una ordenación con medidas restrictivas sobre el derecho al aborto sigue manteniendo políticas más propias del viejo ‘Far West’, donde un joven cumplidos los 18 años puede comprar un arma, apoyado en el derecho inalienable de los estadounidenses a portar armas , incluso con 16 años si es con algún tipo de supervisión, según el estado, mientras que para comprar o beber una cerveza la edad sube a los 21. También las armas y la violencia, lejos de ser más críticos, están cada día más presente en el cine y en los videojuegos, donde su efecto no puede ser trivializado por los adolescentes.

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